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En el S. XVI los madrileños iban al cerrillo de San Blas de romería -donde hoy se ubica el Observatorio Astronómico-. Allí había una ermita -construida por Luis Paredes de Paz- a la que acudían cada 3 de febrero para venerar al Santo.

Era muy conocida la fama de San Blas como curador de los males de garganta. Es por ello por lo que los fieles bebían agua de la fuente de Santa Polonia, en el mismo lugar. Se contaba que el agua tenía cualidades milagrosas hasta el punto de curar la mudez.

La fama de este santo se extendió, hasta el punto de que el propio Felipe III y Felipe IV acudían de romería al lugar milagroso. La comitiva iba compuesta por las Familias Reales al completo y cuatro alcaldes de Casa y Corte acompañados cada uno por nueve alguaciles.

A finales del S. XVIII fue demolida la ermita desapareciendo las romerías. Pero los más adeptos vieron satisfechas sus necesidades con un ungüento que se vendía en  la posada de San Blas, en la cercana calle de Atocha, que curaba los males de garganta y cuya fórmula había sido legada por el santo a algún fiel, según se cuenta.

En el cerrillo en el que antes se levantara la ermita, se mantuvieron reuniones de otra índole, pertenecientes al mundo de la política y de las conspiraciones. Allí se ultimó la conjura del Cerrillo o la de los Numantinos que, liderados por Espronceda, Escosura y Ventura de la Vega intentaron «matar al tirano y fundar una república al estilo griego» pero que fracasó sin mediar milagro.

Más información en «El Madrid fantástico. Milagros-supersticiones- prodigios» de Ángel del Río.