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La calle que conocemos como la de los libreros y se denominaba antiguamente Ceres. Era una calle de mal ambiente con varios locales de prostitución. Todo empezó a cambiar cuando en 1920 trasladó allí su negocio de libres la célebre doña pepita. Su nombre real era Josefa borras Ballester pero en sus tiempos de maestra le quedó ese apelativo. Además había sido telegrafista profesora de sordomudos y estudiante de derecho actividades todas ellas poco frecuentes en una mujer de la época. Cuando se trasladó a Madrid decidió dedicarse al oficio de librera y fue pionera en la venta de libros de segunda mano estudiantes.

Sin embargo fue otra de las damnificadas por la reformas de la Gran Vía ya que tenía su local en la calle Jacometrezo a la altura de lo que luego sería el cine Capitol. Los propios estudiantes protestaron por el hecho de que la administración desplazará a doña pepita de su local sin ninguna contraprestación pero el caso es que se libre que la libera busco un nuevo lugar para su negocio y encontró uno disponible en la calle Ceres.

Doña pepita estaba casada con Enrique Bataller Penalva, antiguo seminarista y natural de un pueblo valenciano donde eran también varias de las dependientas de la librería. Habitual de la feria de Atocha, Cansinos Assens, describe Bataller como un hombre estrafalario, zurdo y sórdido. Baroja por su parte lo denominaba simplemente el valenciano si bien Cansinos confirma que le escrito al vasco se refería a Bataller y lo calificaba como “el Atila de la librería de lo viejo” por su costumbre de guillotinar los márgenes de los libros para venderlos como papel. Además hay constancia donde se encuentra entre Bataller y Baroja cuando el primero tuvo un día que echar al segundo de la tienda de doña pepita porque el escritor había utilizado un lenguaje inapropiado con las dependientas.

Aunque parece que tiempo después Baroja tuvo mejores palabras para Bataller lo cierto es que cuando surgió la posibilidad de poner el nombre de doña pepita la calle lo cual visto desde hoy habría resultado bastante justo el propuso como más adecuado el de los libreros.Decimos que sería justo llamar a la calle doña Petita porque muchos de los negocios que ayer se abrieron tuvieron relación directa con ella.

Varias de sus dependientas iniciaron sus propios negocios. Laura Requena tras ocuparse de la caja de doña pepita tras el fallecimiento de esta abrió en 1929 la casa de la Troya. Fortuna y Felisa quedaron fundaron juntas otra librería pero se separaron al tiempo y fortuna permaneció en la calle libreros otras de sus dependientas abrieron sus locales en otras zonas como Carmen Díaz que fundó la librería abril en la calle Arenal. Por su parte los hijos y los nietos de doña pepita continuaron hasta fechas muy recientes el último negocio familiar fue el de la librería Enrique.

En la calle de los libreros tuvieron tienda otros profesionales del sector ajenos a doña pepita. Es el caso del ya citado basarán o de Antonio Guzmán que abrió la tienda antigua y moderna en 1940 actualmente aunque la calle ha perdido gran parte del ambiente de décadas anteriores permanecen abiertas varias librerías, Madrid Alcalá la merced o las ya mencionadas fortuna y la casa de la Troya.

Extracto del libro ‘Madrid y los libros’. ¡Hazte con él en nuestra tienda online!