Hasta bien entrado el S. XIX los comercios vendían el género que creaban sus dueños. Esto evitaba que hubiera intermediarios y el trato con el cliente era más personalizado y ajustado a las necesidades de cada cual.
Será a finales de ese siglo cuando se empiece a desvincular de la producción del género dejando de ser talleres artesanales para convertirse -a imagen y senejanza de sus homólogas francesas e inglesas- en tiendas especializadas en artículos.
En su origen, las tiendas no hacían publicidad en los escaparates, se sabía por el boca a boca. Será a mediados del S. XIX cuando aparezcan las primeras portadas, mostradores, anaquelerías y escaparates de cristales verdosos protegidos por una rejilla de alambre.
La Edad Dorada del comercio tradicional madrileño será a partir de 1870 y abarcará un siglo, hasta 1970. Será aquí cuando se establezcan determinados patrones decorativos y de imagen exterior e interior que caracterizarán a la tienda capitalina.
Las primeras tiendas de Madrid se estalecerán en los soportales de las calles colindantes a la Plaza Mayor. Al principio eran pequeñas y oscuras porque se ubicaban en portales, porterías y descansillos por ser los sitios más baratos de alquilar.
Posteriormente se acondicionaron espacios con mejores condiciones para la venta y con mayor visibilidad. Se caracterizaban por tener una portada clásica -generalmente de madera- y la fachada englobaba también al edificio donde se encontraba.
A veces la fachada se adornaba con ebanistería, los zócalos solían ser de mármol y sobre la portada iba el rótulo con el nombre del establecimiento, que muchas veces era el nombre del dueño y el número de la calle.
Más información en «Tiendas de Madrid» de Carlos Osorio García Oteiza y Álvaro Benítez Álvez.
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