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El Cine Capitol no fue el mejor cine de Madrid, ni el más bonito, pero lo cierto es que el edificio que lo alojaba, el Carrión, siempre fue y será un símbolo de la capital. Llegó a ser el más grande de Madrid y el quinto de Europa.

El edificio ocuparía un intrincado solar en el tercer tramo de la Gran Vía, propiedad del Marqués de Melín, don Enrique Carrión, y dominaría la esquina entre las calles Jacometrezo y Eduardo Dato. Salió a concurso en 1931, los proyectos debían estar a la altura del emplazamiento de lo que sería el tercer tramo de la Gran Vía, además de verse desde todo el recorrido del segundo.

Finalmente, fueron los jóvenes arquitectos Vicente Eced Eced y Luis Martínez Feduchi quienes se encargaron del proyecto. En diciembre de 1932 comenzaron las obras del majestuoso edificio. Tendría una altura de 54 metros y 16 plantas más dos de sótano y se alzaría en hierro y hormigón armado.

Los materiales empleados fueron de calidad dando como resultado un majestuoso edificio que albergaba un café, una sala de té, una sala de baile, una sala cinematógrafo, oficinas, estudios y apartamentos de alquiler. Los muebles del edificio fueron diseñados por los mismos arquitectos, plasmando las mismas líneas que le concedieron a su preciosa fachada.

El edificio quedó coronado con una alta torre en su chaflán que desde un principio fue concebida para anuncios publicitarios. El primero que se colocó fue el nombre del inmueble CAPITOL, en forma de corona con letras de neón.

En 1936 se instaló la primera pantalla «magnoscópica» de Europa donde se proyectarían, incluso durante la contienda, grandes films internacionales. Finalizada la Guerra Civil siguió entreteniendo a sus espectadores con programas seleccionados, siempre como cine de primer estreno.

El edificio y sus instalaciones fueron envejeciendo con el paso del tiempo. El café bar americano dio paso a la caetería Manila que se mantuvo durante décadas en el chaflán de Callao. Con el tiempo se perdió el salón de té y la sala de fiestas que se reconvirtieron en servicios del propio café.

El cine aguantó los malos momentos de los años noventa. Su torreón, símbolo de la vanguardia del momento, permaneció alerta vigilando la Gran Vía. Por allí pasaron muchas coronas publicitarias, Capitol (en los años cuarenta y cincuenta), Camel (en los sesenta y setenta) y finalmente Schweppes.

En el año 2000 el edificio Capitol necesitaba un lavado de cara. Fueron saneadas sus fachadas, se reconvirtió su antiguo hotel en un nuevo establecimiento hostelero y la cafetería Manila despareció. A pesar de todos los cambios y del paso del tiempo permanece casi casi en su estado original.

Más información en Cines de Madrid, de David Miguel Sánchez Fernández.