El hecho ocurrió el 17 de abril de 1815 en las casas que había enfrente de la Casa de Correos (hoy edificio de la Comunidad de Madrid). Las campanas avisaban del desastre mientras cundía el pánico y el caos se apoderaba de la ciudad.
Mientras el fuego se propagaba, las autoridades municipales se reunían para deliberar cómo actuar. Se formó una junta en la Casa de Correos con el alcalde, las autoridades civiles y militares e incluso el Presidente de la Junta de Castilla.
Hubo ideas de todo tipo. El capitán general proponía combatir el fuego con la artillería. El alcalde y los concejales se preocupaban por los hurtos que desencadenaría el accidente, exigiendo que fuesen fusilados quienes fueran sorprendidos robando. Por su parte, el vicario pedía que se sacase a San Isidro en procesión para que se produjera el milagro de la lluvia que apagara las llamas.
Mientras tanto, los aguadores de las fuentes públicas ayudaban con sus cántaros en las labores de extinción. Los inquilinos de las casas perjudicadas, presos del pánico, lanzaban los muebles por las ventanas y a continuación, en un intento desesperado por salvar sus vidas, saltaban al vacío.
Fue un caos absoluto propiciado por la descordinación de las órdenes gubernamentales. Las mangueras no funcionaron y las gentes intentó con los escasos recursos con que contaban hacer frente a esta eventualidad. El resultado fue un verdadero desastre.
Desaparecieron diecisiete casas que formaban una manzana completa. Lo peor vino después, cuando los dueños de las casas se quedaron sin viviendas y completamente arruinados. En aquel momento no existían compañías aseguradoras, nacieron en 1821 quizás como consecuencia de esta catástrofe.
Más información en «Curiosidades y anécdotas de Madrid» 2ª Parte, de Mª Isabel Gea Ortigas.
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