A mediados del S. XIX se hace famosa la celebración de la romería en las proximidades de la ermita de San Antonio. Tanto que compite, incluso, con la tradicional romería de San Isidro, patrón de Madrid. En aquellos años, este paraje estaba sin urbanizar, por lo que se extendían los puestos de frutas y legumbres junto a los tradicionales merenderos.
La costumbre de la verbena, arraigada en el pueblo madrileño, se vio modificada por la construcción, a instancias de Isabel II, de la estación de ferrocarril. La zona empezó a urbanizarse pero no por ello dejaron de asistir a la romería y a la ermita de San Antonio.
Los madrileños de entonces se acercaban a la ribera del Manzanares a pasar un día de asueto. Extendían el mantel, llevaban tortillas, la bota de vino y unos escabeches y pasaban la jornada en un ambiente festivo. Todo era poco para celebrar el santo casamentero.
Por la mañana, habían asistido a la misa y a la bendición de los panecillos. Y por la tarde, el ambiente se relajaba, se llenaban los puestos de la verbena, los merenderos y las atracciones de feria. Y de fondo, la música del organillo. Desde aquí felicitamos a todos los Antonios e invitamos a los madrileños a pasarse por la Feria.
Más información en «Fiestas tradicionales madrileñas» de Reyes G. Valcárcel y Ana Mª Écija.
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