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El cementerio británico de Madrid es, cuando menos, curioso. Se encuentra en la calle Comandante Fontanes, muy cerca de la pradera de San Isidro. En un principio, se pensó en construirlo en un solar propiedad del gobierno del Reino Unido, cerca de la Plaza de Colón, pero no se permitió su uso como un cementerio.

Finalmente fue construido en 1854 a expensas de la Embajada Británica que quiso disponer de un espacio para enterrar a sus súbditos, personas cristianas no católicas, en su mayoría. Parece que antes de construirse el cementerio del que hoy hablamos, hubo casos de personas que no fueron enterradas dignamente.

Como fue el caso de Mr. Washington, paje del Príncipe de Gales, que en su visita a España en 1623 murió y fue enterrado al pie de una higuera del jardín de la Embajada Británica. Hubo otros que recibieron sepultura en la huerta del convento de Recoletos, de noche y sin ceremonia.

El cementerio británico es, a juicio de Pedro de Répide, un frondoso jardín mortuorio, en el que están enterrados británicos, judíos, luteranos y miembros de la Iglesia ortodoxa griega y rusa. Un total de 900 cuerpos en más de 600 unidades de enterramiento.

Entre los muertos más famosos se encuentran el fundador del Circo Price, William Paris, el empresario que abrió el restaurante Lhardy, los fundadores de la pastelería Embassy o familiares de Loewe  y Boetticher. Y también el fundador del recinto, Charles Cliffor, que falleció en 1883 cuando hacía fotografía aérea desde un globo aerostático.

Más información en Madrid para morirse… de risa y de asombro, de Ángel del Río.