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El Puerto de Navacerrada era, durante la Edad Media, el lugar de paso más directo entre las tierras de Segovia y el Señorío del Real de Manzanares. Nos resulta difícil pensar que este lugar, hoy tan concurrido, fuera durante siglos tan poco transitado.

Prácticamente hasta finales del S. XVIII el camino habitual para ir desde Segovia hasta la villa de Manzanares pasaba por la Fuenfría. Era un recorrido de ocho leguas y media que ya describía Juan de Villuga en 1546 en su Repertorio de todos los caminos de España.

En el S. XIII es conocido como Puerto de Mançanares. Durante este tiempo, el Puerto de Navacerrada tuvo una pequeña alberguería medieval a cuyos moradores el rey Alfonso X concedía privilegios a cambio de que aguardaran el paso de gran altitud.

Foto: Wikipedia

Este puerto debió de ser muy transitado durante las monterías reales de los siglos XIV y XV para acceder a los parajes desde donde se situaban las vozerías. Desde lo alto del puerto se desplegaban hasta los Siete Picos y la Maliciosa, en busca de osos.

Será Carlos III quien ordene la construcción de la carretera de Villalba a la Granja, sustituyendo al camino de la Fuenfría como vía de comunicación entre Madrid y Segovia. A pesar de que la nueva carretera facilitaba mucho su tránsito, el paso del puerto seguía siendo difícil en invierno. Durante cinco meses, la nieve impedía el trasiego de carruajes y caballerías.

Durante el S. XIX el puerto de Navacerrada era por donde pasaban habitualmente los monarcas que se trasladaban hacia el Real Sitio de San Ildefonso. Era habitual ver a Fernando VII, Isabel II o Amadeo de Saboya en la Fonda de Navacerrada, donde paraban a degustar sus famosas especialidades, mientras se se mezclaban con el pueblo y aprovechaban para cambiar el tiro a los carruajes.

Este trasiego propició que los maleantes se escondieran entre los pinares, al acecho de viajeros descuidados. La inseguridad de esta carretera que comunicaba la corte con la zona donde los monarcas pasaban largas temporadas, obligó a que en 1832 se estableciera la línea del telégrafo óptico Madrid- San Ildefonso, con un sistema que permitía la transmisión de mensajes urgentes entre los palacios de La Granja y Riofrío. Para superar la barrera de la sierra, la línea telegráfica se servía de una torre, que aún existe.

A principios del S. XX este puerto cambiará su imagen solitaria por la de los alpinistas y esquiadores que hoy todos conocemos. En la segunda década del siglo, el Puerto de Navacerrada era ya el lugar de reunión para los deportistas de distintas asociaciones, como el Club Alpino Español.

Más información en Memorias del Guadarrama. Historia del descubrimiento de unas montañas de Julio Vías.