Hoy es San Antonio de Padua. Y a la festividad religiosa se une una de las fiestas con más solera de la ciudad. Son unos días que preceden al inminente verano y que disfrfutan los madrileños en una de sus verbenas más populares.
En 1732 se colocó una imagen del santo en la primitiva ermita de José de Churriguera dedicada a San Antonio de Padua. En aquellos años esa zona era una agradable campiña a donde se iba de romería. Y desde entonces, el Parque de la Bombilla acoge cada 13 de junio a los fieles de San Antonio.
La ermita fue derribada dos veces a lo largo del S. XVIII. La construcción de la última y definitiva data del 1798 y su diseño corresponde a Felipe Fontana. Francisco de Goya pintó los frescos de su interior por expreso deseo del rey.
Es probable que las primeras devociones procedieran de las lavanderas que trabajan muy cerca de allí en las orillas del río Manzanares. Y posiblemente fueran ellas las que dieran al santo su fama de casamentero. Es el santo mayor obrador de milagros en este sentido.
También las jóvenes modistillas de la época se acercaban por allí en busca de novio siguiendo la tradición de los alfileres. Las mozas metían su mano en la pila del agua bendita donde previamente habían depositado los alfileres y si alguno de éstos se quedaba prendido en su palma significaba que muy pronto el amor prendería en su corazón.
Más información en «El Madrid fantástico» de Ángel del Río.
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