La plaza de Celenque en realidad más bien parece una calle ancha y sin un límite concreto. En ella tenía su casa don Juan de Córdoba y Celenque, alcalde de la casa real del Pardo con Enrique IV, lo que da el nombre abreviado a la plaza.
En el número 1 vivió don Práxedes Mateo Sagasta, político liberal del que vimos su monumento delante del Senado al inicio de este recorrido. Una placa a nuestra izquierda nos informa de aquí nació y paso su juventud uno de los historiadores que más ha investigado la identidad histórica de España, don Claudio Sánchez Albornoz. A nuestra izquierda vemos un moderno edificio de formas geométricas y regulares, sede durante muchos años de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad. Hoy en día sigue siendo Monte de Piedad y algunos portadores de petos amarillos con la leyenda “compro oro”, esperan por sus alrededores a los posibles usuarios del Monte para realizarles alguna “mejor” oferta.
Enfrente, la plaza se ensancha creando una explanada delante de los almacenes más famosos de Madrid, El Corte Inglés. En Navidades es este un punto de visita obligado para niños ilusionados, padres agobiados y algún que otro amigo de lo ajeno, ya que aquí se monta Cortylandia, el archiconocido espectáculo de muñecos animados que cantan villancicos. Y también su propia sintonía, que se ha convertido desde hace muchos años en un clásico de esas fechas. Nos despedimos de la plaza volviendo la vista hacia el palacio de Gaviria, que tiene desde aquí su mejor perspectiva. Pero en realidad, sin que nos hayamos dado cuenta, ya no estamos en la plaza, estamos en la calle Maestro Victoria. El maestro Tomás Luis de Victoria fue uno de los más afamados músicos europeos del siglo XVI, y capellán del cercano convento de las Descalzas. De hecho, la calle se llamó antes de Capellanes, porque en esta esquina se situaba la casa donde residían los religiosos que atendían los servicios del convento.
Pero a principio del siglo XIX la casa fue secularizada. Y el cambio fue radical, ya que se instaló aquí el baile más desenfadado y de público más heterogéneo de Madrid, el de Capellanes. Y después una panadería donde trabajó el escritor Pío Barja cuando vino a vivir a Madrid. Pero si se dio a conocer entre los madrileños esta panadería no fue por Pio Baroja, sino porque aquí se empezó a fabricar el pan estilo Viena, lo que originó una marca que aún perdura: Viena Capellanes.
Hoy en esta esquina se levanta un bello edificio de 1906, del arquitecto Manuel Medrano, con historiadas balconadas y entrepaños de ladrillo rojo visto. Y sus usos vuelven a ser de la mayor enjundia. En la planta baja está la principal sucursal de una de las mejores librerías de Madrid, La Casa del Libro. El resto del edificio tiene una importante función: es la sede del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Madrid, a la que podemos acceder para visitar alguna de las exposiciones que se realizan en la luminosa sala de su cuarta planta: la sala Capellanes.
Texto incluido en el libro ’50 Plazas del Viejo Madrid de Manuel Bejerano’
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