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A mediados del S. XIX Carabanchel se pone de moda como destino turístico de veraneo. Carabanchel Alto tiene en 1849 una población de 1040 habitantes y su vecino 800. El ambiente y la vida social de los dos pueblos está marcada por la presencia de la aristocracia, la nobleza, los militares y la familia real en su quinta de Vista Alegre.

Eran habituales las representaciones teatrales, las audiciones musicales, los bailes y los toros. Las figuras toreras del momento, como Francisco Montes y Cúchares frecuentaban los Carabancheles con asiduidad. Y también eran habituales las capeas a las que asistían los nobles, destacando la duquesa de Montijo, que solían celebrarse en la llamada huerta de Fagoaga y en la venta de la Tuerta.

La fiesta taurina tiene, pues, una gran presencia en el ocio carabanchelero y sirve de eje vertebrador de las relaciones sociales y políticas entre Carabanchel y la cercana Villa y Corte. Esta circunstancia impulsa la necesidad de construir un coso taurino que tenga funciones taurinas y también sociales.

torosPor fin, el 29 de junio de 1846 Carabanchel Bajo estrena plaza, será la Sociedad Tauromáquica Madrileña quien se encargue de construir y gestionar su funcionamiento. Ese día se reforzaron los transportes y acudió la «gente bien» de Madrid incluida la familia de Montijo. Pese a todos los esfuerzos, parece que la corrida inaugural fue un acontecimiento más cercano a una becerrada de pueblo que digna de Carabanchel, una localidad de prestigio que se extendía a los pies del reino.

Los siguientes años son de una gran efervescencia taurina, se ven mucho los carteles de mujeres picando. Los llamados «toros de muerte» son lidiados por diestros reconocidos y como colofón, los aficionados suelen salir al ruedo para emular a los toreros de moda.

La presencia de la nobleza en los Carabancheles va perdiendo peso según avanza el S. XIX, sin embargo, los festejos taurinos siguen atrayendo a las élites sociales y al pueblo madrileño que aprovecha las fiestas patronales de los pueblos adyacentes para acudir a sus bailes, comidas, procesiones y, por supuesto, a sus toros.

Más información en Los Toros y su mundo de los Carabancheles de Jesús Fernández Sanz y Francisco Javier Faucha Pérez.