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Hoy nos adentramos en uno de las tiendas centenarias de Madrid, «El riojano». En el Madrid del S. XIX empezaron a proliferar negocios relacionados con la repostería fina, como éste que hoy nos ocupa, El Pozo, Viena Capellanes o Lhardy.

El fundador de «El riojano», Dámaso de la Maza, era pastelero del Palacio Real. Por eso, cuando decidió instalarse en la Calle Mayor, la reina María Cristina -que le apreciaba mucho- le cedió a sus marmolistas y ebanistas para que le labrasen su comercio. Un hecho anecdótico: las vitrinas se hicieron más altas que las puertas para que, en caso de robo, no se las pudieran llevar.

Desde sus orígenes, en 1855, este negocio ha pasado de dueños a empleados. Una de las notas características de este obrador es que la materia prima es de máxima calidad: la mantequilla procede diariamente de Tineo (Asturias), las frutas vienen de Calahorra y todo se trabaja del modo más artesanal.

Destacan por sus merengues, laboriosamente trabajados a cuchara y sin manga, los sabrosos bartolillos, los riquísimos helados y su exquisita torta imperial, además de los castizos «azucarillos» que antes se tomaban en las verbenas y ahora solo se pueden comprar aquí.

Siguen haciendo las pastas del Consejo que tienen forma de c y saben a limón cuyo origen se remonta a la infancia de Alfonso XIII. Parece que la reina Mª Cristina mandó hacer unas pastas para que su hijo Alfonso XIII no se aburriera en los consejos a los que tenía que asistir. Todavía hoy, todos los jueves se sirven estas pastas al Consejo de Estado.

«El riojano» ha sabido conservar  el horno y la cacharrería de cobre originales, verdaderas piezas de museo. Además posee un salón de té interior muy recomendable para degustar cualquiera de sus manjares.

Más información en Tiendas de Madrid, de Carlos Osorio y Álvaro Benítez.

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