En 1619 se instala definitivamente en una vivienda pequeña situada en la esquina con la actual calle de Lope de Vega, muy próxima a la Ópera. Amuebla la casa de manera exquisita y así se lo hace saber a sus amigos «he alquilado una casa que, en el tamaño es dedal y, en el precio, plata».
Las crónicas de su tiempo le acusan de murmurador, de acudir muy poco a los coros y mucho a los festejos. Es criticado por llevar una vida alegre y componer poesías ligeras. Pero ése fue un juego en el que no sólo él salió damnificado. Como se sabe, calumnió y fue calumniado.
El que fuera maestro de la sátira entró en una crisis económica que le llevó a vender su casa. Para colmo, su mayor enemigo, Francisco de Quevedo, fue quien la compró y le desahució. Corría el invierno de 1625 cuando Góngora fue expulsado por no pagar el alquiler.
Vivió en la Corte hasta 1626, donde se arruinó para conseguir cargos y prebendas a casi todos sus familiares. Al año siguiente, pierde la cabeza y regresa a Córdoba, su ciudad natal, donde muere de una apoplejía sumido en la pobreza.
Más información en «Leyendas e historias del barrio de las Letras», de Francisco Azorín.
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