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El PaularLa leyenda del perro flamígero data del S. XV y nace en los umbrales del Monasterio de El Paular, a cuyas puertas acudían diariamente montones de menesterosos en busca de alimento.

Las crónicas de la época nos hablan de cómo aquellos frailes procuraban socorro a muchos de ellos. Pero una fría mañana de invierno, al salir el portero del monasterio a repartir la cotidiana limosna, se encontró en la puerta un cadáver, el hombre había muerto por las bajas temperaturas.

A pesar de que la Orden de estos monjes prohibía enterrar en el cementerio de la comunidad a cualquier persona ajena a ella, todos coincidieron en que debían dar cristiana sepultura al indigente en el claustro de los cartujos. Así se hizo.

Al día siguiente, las campanas que los despertaban para el rezo, lo hicieron una hora antes. Lo mismo ocurrió en los siguientes días. Después de que el hermano de los toques negara que fuera él quien lo hacía, el padre superior ordenó a cuatro cartujos jóvenes que velaran e intentaran descubrir el misterio.

Los cuatro frailes se sorprendieron al comprobar cómo una especie de perro envuelto en llamas, después de manipular las campanitas huía por la puerta del jardín- cementerio y se introducía en la sepultura perteneciente al pordiosero difunto.

El prior consideró que el cadáver que habían enterrado debía de ser de un pecador que no se había arrepentido, de ahí las llamas infernales y su figura de perro. Y decidió sacarlo de la sepultura y arrojarlo en el estanque de la huerta.

A partir de ese día, cada noche a las diez, se empezaron a oír unos ladridos espeluznantes provenientes de la alberca, que les impedían concentrarse en sus rezos. Los ladridos cesaron cuando en todos los conventos de la Orden Cartuja se ofició una misa por el alma del mendigo muerto en el Monasterio de El Paular.

Más información en Pueblos con leyenda de la Comunidad de Madrid, de Amalia Fernández.