Contamos hoy la procedencia mitológica de los vallecanos, vecinos de este barrio madrileño de solera que existía ya en la era cuaternaria. Parece que no pasaron por allí los romanos, pero sí hubo visigodos, moros y cristianos. Pero su historia y evolución bien merecen un capítulo aparte que comentaremos otro día.
Nos referiremos a la leyenda del caballo blanco, que sólo los lugareños más ancianos recuerda. Se cuenta que habitaba en Vallecas una mujer, lechera de oficio, que tenía un establo con vacas y con un bello caballo, tan blanco como la leche que vendía de sus reses.
El equino tenía unas sedosas crines y unas patas finas y musculosas propias de un pura sangre. Tanta era su belleza que los propietarios de otros caballos vecinos sentían envidia. Es por eso por lo que se cree que fueron ellos quienes inventaron el rumor que dio paso a la leyenda.
Se propagó la historia de que la lechera, una moza lozana de carnes prietas y piel blanca, se había enamorado de su caballo. Hasta el punto de que mantenía relaciones sexuales y zoofílicas con él. La imaginación popular llegó a difundir que los encuentros se realizaban en un pilón que había en los Altos del Arenal.
El fruto de esa unión mitológica fue un hijo, al que se le atribuye -como otros héroes clásicos- la fundación y origen de Vallecas. Es por eso por lo que se conoce a los vallecanos como «hijos del caballo blanco» y ellos -que carecían de conocimientos mitológicos- lo tomaron como un insulto similar al tan conocido «hijo de mala madre».
Por este motivo hubo algún que otro encontronazo. Sin embargo, con el tiempo, los herederos de aquellos originarios vallecanos se toman la historia con buena aceptación, ya que entienden que ésta es una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico.
Más información en «Madrid, Villa y Puente: Historia de Vallecas», de Luis H. Castellanos y Carlos Colorado.
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