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«El Rastro. Del Portillo a la Arganzuela» es el libro de Mariano Hormigos que recientemente ha publicado Ediciones La Librería. Hoy nos referimos a él para ofrecer una pequeña incursión en este, no sólo famoso mercadillo, sino popular barrio.

El autor se refiere a la parte sur, alrededor de la Ronda de Toledo, a la gran avenida que conecta el Rastro con la Arganzuela. Relata cómo fueron sus vivencias desde que aterrizó siendo un niño en los años treinta del siglo pasado, hasta la década de los sesenta.

Hormigos recuerda, por ejemplo, cómo era la «taberna de la esquina», el primer local que hacía esquina con la calle del Gasómetro, que pertenecía al número 10 «grande» (casa del antiguo Parador de Santa Casilda).  Evoca que allí paraban muchos traperos y que su dueño, gallego, les facilitaba los tratos guardando en su taberna la mercancía.

En esa misma acera se asentaban en verano los segadores galleguitos que venían a trabajar las tierras de Castilla. Eran seis metros de acera donde se instalaban con sus maletas durante varios días a la espera de que llegaran los compañeros que se encargaban de contratar la siega.

Muy cerca de allí, el autor recuerda con especial nostalgia «La Muñequera». Era una casa, a la vez que una industria y un taller y todo el mundo lo conocía como el de Rosa la muñequera. Más que un local comercial era una vivienda con puerta a calle, que eran las únicas que tenían retrete y agua corriente en el interior.

Para el joven observador era un museo de cosas interesantes. Los que allí vivían eran artistas más que artesanos: hacían flores artificiales de tela, carracas de madera que se vendían en Semana Santa y se dedicaban con gran talento a la producción de artículos para los belenes madrileños. Del proceso de su elaboración da buena cuenta este relator.

Más información en «El Rastro. del Portillo a la Arganzuela», de Mariano Hormigos.