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Emilio Carrere Moreno nació en Madrid en diciembre de 1881. Su madre, Eloísa Carrere, murió al mes de su nacimiento quedando él al cuidado de su abuela materna. Su padre, Senén Canido Pardo, era un abogado de prestigio que no le había reconocido como hijo.

La infancia de Carrere es difícil. Abuela y nieto peregrinaban por las calles de Madrid en busca de recursos para sobrevivir. Manolita y Emilio acudían a casa de los conocidos para que les dieran de comer porque la pensión de ésta no era suficiente para salir adelante.

El cariño de Manolita suplió con creces el amor que se le había negado a ese niño al fallecer su madre y no contar con el padre. Sin embargo, este amor incondicional, la falta de disciplina y de autoridad paterna, forjarían -en buena media- el carácter del futuro escritor.

Su primera infancia fue la de un niño tímido e introvertido. Manolita no le dejaba jugar con los niños de la calle y él, solitario, desde el balcón, jugaba a hacer pompas de jabón, mientras que el resto de los niños le miraban asombrados desde abajo.

Poco a poco, aquel primer niño arisco y reservado se fue convirtiendo en un niño solícito que se ofrecía para cualquier recado. A los nueve años, Emilio ya podía jugar sólo en la Plaza de Oriente y saborear por primera vez la libertad de descubrir nuevos rincones y transmutarlos según los dictados de la imaginación.

Aún quedan algunos años para que ese niño se convierta en el poeta del Madrid bohemio. Le sigue la pubertad y con él los enamoramientos propios de la edad. Con el despertar de estos sentimientos nace en él su afán artístico, primero materializado en la pintura. Su inclinación por vagabundear en libertad y por la palabra, serán sus dos pasiones.

Más información en Emilio Carrere, el bohemio de Madrid, de Alejandro Riera.