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El Beti Jai (siempre fiesta, en euskera) es el único frontón que sobrevive de los treinta que tuvo Madrid en el S. XIX. Hace algunos días fue declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento. Es una gran noticia porque el edificio estaba muy deteriorado e incluso un grupo de okupas se había instalado en el inmueble.

Con esta decisión el Ayuntamiento de Madrid obligará a la empresa propietaria a que tome las medidas necesarias para protegerlo y conservarlo. Su uso -tradicionalmente- ha sido el deportivo, aunque no se descartan otras funcionalidades siempre que se respeten los valores fundamentales que definen el edificio.

Fue la Sociedad Arana, Unibaso y Compañía quien encargó al arquitecto Joaquín de Rucoba y Octavio de Toledo que realizase este frontón para jugar a la pelota vasca. Se construyó en el solar de la Avenida de la Virgen de las Azucenas (hoy Marqués del Riscal) y se inauguró en 1894.

 Por aquel entonces la sociedad madrileña se había aficionado a este deporte que se había puesto de moda. Sin embargo, pocos años después su popularidad empezó a bajar y en 1919 dejó de funcionar.  La prohibición de las apuestas y la proliferación de otros espectáculos deportivos propiciaron su final.

Durante la Guerra Civil el Beti Jai fue la sede de una comisaría y de una cárcel. En los años siguientes a la contienda se empleó como lugar de ensayo de bandas musicales vinculadas a Falange. Desde entonces hasta 1989 -momento en que no vuelve a cobrar vida- tuvo multitud de funciones, desde escuela militar a taller de objetos de escayola.

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