A lo largo de los siglos de la historia de Madrid siempre ha habido la necesidad de comunicar el Palacio Real con la iglesia de San Francisco el Grande. El camino que las unía era la Cuesta de la Vega o la Cuesta de los Ciegos, ambos tramos muy abruptos.
En la Edad Media existió un puente que cruzaba el arroyo de las Fuentes de San Pedro cuyo caudal discurría por la actual calle de Segovia. No quedan restos del mismo. Será en el S. XIX cuando se construya el primer viaducto sobre la calle de Segovia, aunque el proyecto ya se había propuesto con anterioridad en distintas ocasiones.
Se empezó a construir en 1860 según el diseño de Eugenio Barrón. Para la instalación de los cimientos se hizo necesaria la demolición de la Iglesia de Santa María y algunas casas representativas –como el Palacio de Malpica- situadas junto a la cuesta de la Vega.
Medía 130 metros y estaba construido en hierro y madera. Se inauguró en 1874, pero ya al año siguiente, las barandillas tuvieron que ser sustituidas por otras más altas, dado el elevado índice de suicidios. Problema que ha viajado en el tiempo y que sido resuelto hace no muchos años.
A pesar de su buena calidad, los problemas viarios plantearon su reforma a la altura de los años veinte del siglo pasado. Será en 1932 cuando se convoque un concurso para la construcción de un nuevo viaducto. El arquitecto Francisco Javier Ferrero y los ingenieros Luis Aldaz Muguiro y José de Juan- Aracil y Segura serán los artífices del mismo.
El nuevo viaducto incorpora una calzada de 12 metros, más dos aceras laterales de cuatro metros cada una. El material será hormigón armado y consta de tres arcos, siendo el del centro el mayor y principal. Se terminó en 1934 y en 1942 tuvo que ser reconstruido por los daños sufridos durante la Guerra Civil.
A la altura de 1975 fue cerrado al público por la existencia de unas grietas en su estructura. Se tanteó la oportunidad de construir otro, pero finalmente se restauró y se abrió tres años después. Es un símbolo de la imagen de Madrid que se vislumbra desde la entrada a la capital por el Paseo de Extremadura.
Más información en “Los porqués de Madrid” de Mª Isabel Gea Ortigas.
Que curioso. No sabía que los suicidas lo utilizaban desde hace tanto tiempo…
Un blog interesante.