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Es ésta una fuente que pasa desapercibida, quizás por que no es en sí una fuente -propiamente dicha- sino unos caños de vecindad, destinados únicamente para abastecer a los vecinos de la zona, quedando prohibidos a los aguadores su licencia y su uso.

Para contextualizar el tema, nos referimos primero al nombre de la plaza de Puerta Cerrada. Procede del antiguo portillo que unía la villa con el arrabal que existía a ambos lados de la calle Segovia. Era una puerta con reminiscencias musulmanas -construida en 1485- en cuyo interior había unos callejones donde eran frecuentes los robos y asaltos.

Por motivos de seguridad se acuerda cerrarla y de ahí el origen de su nombre. La puerta será derribada en 1569. Alrededor de ella se instalarán principalmente herreros y cerrajeros que llenarán de vida a esta zona, convirtiéndose en una especie de almoneda.

Respecto a la fuente de Puerta Cerrada hay que decir que ocupa el espacio que ocupara la primitiva fuente de Diana. El Ayuntamiento mandó construir cuatro de ellas en el S. XVI para abastecer de agua a la Villa. Hasta esta plaza iban los aguadores que se surtían de estas fuentes y que estaban muy controlados por el Gobierno.

La fuente de Diana fue demolida en 1849 y quizás un año después se construyó la nueva fuente de Puerta Cerrada que  recogía el agua del Abroñigal para abastecer a los vecinos a través de sus caños. Es la fuente más antigua que se conserva de este tipo.

Se ubicó en el mismo espacio en que estaba la anterior, entre las calles de Segovia y la de San Justo. La nueva fuente es de piedra berroqueña y se remata en una farola. En su momento, llamó la atención que los caños pudieran permanecer cerrados y abrirse mediante un mecanismo de presión.

En la actualidad, esta fuente es la protagonista de esta Plaza de Puerta Cerrada. Y como lo fuera en su día, es una de las zonas más transitadas por aquellos madrileños que les gusta rondar los restaurantes de las Cavas y sus aledaños.